Además del Romancero viejo y el nuevo, existe otro denominado Romancero gitano formado por varios poemas entre los que destaca el siguiente que escribió Federico García Lorca.

Romance de la luna, luna.
La luna vino a la fragua
con su polizón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
—Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

—Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

—Huye, luna, luna, luna,
que ya siento los caballos.
—Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

El tema de este romance es la muerte de un niño gitano (los ojos cerrados) a causa del hechizo de la luna transformada en una mujer bailarina. Así interpretamos a la luna como un poder mágico pero mortífero, y junto con el jinete y la fragua simboliza la muerte. También se aprecia el uso de varios recursos estilísticos como: paranomasia (el aire la vela, vela), reduplicación (Huye luna, luna, luna), personificación (el jinete se acercaba: con la muerte) y exclamación entre otros. Este cómputo de elementos hace que un tema tan oscuro y triste como la muerte se convierta en un canto a la belleza poética, siendo éste para mí sin lugar a dudas uno de los mejores poemas escritos por Lorca.

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